DÁNICA
Me
encontraba divagando por una dimensión desconocida de entre sueños, de la cual
a veces es difícil abandonar por lo colorida y perfecta que es, sin embargo el
despertador cada mañana hacia de las suyas. Al parecer la realidad estaba
demasiado celosa como para dejar a un simple ser humano permanecer demasiado
tiempo en la fantasía.
Mi
mamá ni siquiera se había pasado por mi habitación para recordarme que tenía
que asistir a la escuela, como siempre
solía hacerlo porque definitivamente no confiaba en mi despertador ni en mi
voluntad para levantarme de mi amada
cama con la cual tenía una relación imposible.
Abrí los ojos de golpe y miré hacia mi pequeño
buró donde se encontraba ese raro reloj con forma de gato que mi abuela me había
regalado la navidad pasada. Eran exactamente las 7:00 am.
Me
levanté a trompicones de la cama y fui directo a la ducha. Cuando salí del
baño, me dirigí a mi armario para escoger la ropa que usaría el día de hoy,
trataba de hacer una combinación nueva para vestirme, pero terminé poniéndome
lo de siempre, unos vaqueros y una camiseta con algún estampado metálico, una
chaqueta negra y mis amados converse rojos.
Salí
de mi habitación al pequeño pasillo pasando por delante de la habitación de mi
madre, su puerta estaba cerrada así que supuse que aun estaría dormida.
Fui
directo a la cocina y me dispuse a abrir el refrigerador cuando algo detrás de mí
se movió. Me giré por completo asustada y con los nervios de punta.
No
había nadie.
“es el perro”, pensé estúpidamente ya que no
teníamos perro ni gatos ni ninguna otra clase de mascota en el departamento, a
mis padres no les gustaban.
-¿Mamá?
–Pregunté dirigiéndome a la sala paso a pasito. De repente y sin previo aviso
un estruendo de gritos casi hace que me
vaya de espaladas directo al suelo.
-¡¡Sorpresa!!
-¡Mierda!
–grité por puro reflejo tratando de detener mi caída recargándome en la pared
más cercana cuando 3 cuerpos que reconocía muy bien se abalanzaron sobre mí con
los brazos abiertos. Eran Ana, mi abuela y mi madre, que al escucharme gritar
semejante palabrota me miró con cara de pocos amigos. Regularmente no hablaba con ese lenguaje y
menos frente de la mujer que me había dado la vida. Inevitablemente me sonrojé
un poco.
-feliz
cumpleaños, dinos ¿qué se siente por fin ser mayor de edad? –me preguntó Anna,
mi mejor amiga, al darme un gran abrazo de oso.
Hoy
era 2 de diciembre, el día de mi décimo octavo año de vida y “el gran y peor
día de toda mi vida”. Todo comenzó hacia un poco más de 1 mese, cuando los
rumores se iban haciendo más reales, ellos contemplarían dentro de su gira
mundial a mi país y eso era la mejor noticia que podía haber recibido por que
la fecha estaba contemplada el mes de mi cumpleaños.
-¡mamá!
¡Mamá! –grité desde la sala emocionada casi arrojando al aire mi laptop cuando
leí la noticia en internet.
-Hija,
por el amor de dios ¿te pasa algo? ¿Qué tienes? –llegó corriendo desde la
cocina aún con el delantal puesto y la cuchara de la sopa.
-Mamá,
¿puedo ir? Anda, yo sé que dirás que si, por favor –me adelanté a pedirle
permiso juntando ambas manos a modo de súplica teatral.
-¿A
dónde? De que estás hablando –
-vendrán
a México, en diciembre –dije señalando la pantalla de la computadora portátil
donde estaba abierta la ventana de la gran noticia. Ella leyó la noticia e hizo
una mueca de que dejaba mucho que pensar.
-¿esos
greñudos? ¿los japoneses esos?
-mami,
son Alemanes.
-como
sea, de todos modos no irás
-¿Qué?
¿Por qué no?, hace 2 años me dijiste que me dejarías ir hasta que cumpliera los
18 y ellos vienen ese mes, así que no
veo por qué no.
-He
dicho no, señorita y no me discutas –dijo cortante dirigiéndose de nuevo a la
cocina. Bueno yo no me iba a quedar callada como siempre lo hacia, solo quería
saber una razón justificable para que no me dejara ir.
-solo
dame una razón. ¿Por qué nunca me dejas ir a conciertos? ¿ni a conocer a mis
artistas preferidos?. Todos mis amigos y compañeros de la escuela han ido y no
han muerto ni les ha pasado nada malo.
-
¿Qué tienes que ir a hacer ahí? Solo gastas dinero a lo tonto, dinero que va a
parar a sus millonarias carteras y dinero que puedes utilizar para comprarte
ropa, libros o algo realmente necesario.
-es
necesario, me gustaría conocerlos
-No
digas tonterías Dánica y mejor ponte a estudiar
qué es lo que deberías estar haciendo en lugar de estar perdiendo
el tiempo.
No
quería seguir discutiendo y mucho menos por esto. Mi madre siempre se había
empeñado en tratarme como una niña pequeña aunque ya no lo fuera, me
sobreprotegía demasiado.
Esa
misma tarde lo intenté con mi papá que en cierta manera era mucho más accesible
que mamá.
Médico
con especialidad en neurología, a eso dedicaba gran parte de su vida mi querido
padre que en esos montos se encontraba en un viaje de trabajo en una
prestigiada universidad de Los Angeles.
-pero,
papá… -balbuceé al teléfono.
-Dánica, ya lo hemos hablado, en esa clase de
conciertos hay drogas, alcohol y sabrá que más. Muchos vienen a urgencias con
contusiones cerebrales por peleas o porque les han roto una botella en la
cabeza, así que estoy muy de acuerdo con tu madre no irás a ese concierto.
-solo
es un inocente concierto lleno de chicas y chicos de mi edad y hasta más
jóvenes. No es ni siquiera Metal o Punk
-lo siento hija, es un NO y se acabó.
Odiaba
cuando mis papás se ponían en plan de: “Hagámosle la vida imposible a nuestra
hija”. Y así fue como perdí de nuevo la oportunidad de ir a mi soñado
concierto. Mi amiga Anna me había propuesto fugarnos de la escuela y asistir,
lo pensé durante unos días y casi acepto, pero justamente esa semana eran los
exámenes finales y no podía darme el lujo de faltar. Casi terminaba de
preparatoria y desde que comencé le había prometido a mis padres obtener buenas
notas pues tendría la posibilidad de estudiar una carrera en el extranjero.
Asi
que, en la mañana de mi cumpleaños, la abuela y mi amiga había llegado
demasiado temprano para darme la sorpresa y mamá había pedido un día de
descanso. Solo faltaba mi padre y todo estaría completo
-para
mi nieta favorita –me dijo mi abuelita tendiéndome una caja de regalo forrada
con papel reciclado.
“bueno,
otro artículo en forma de gato para mi colección”. Pensé disimuladamente.
Después me tendió una pequeña cajita roja que supuse era de parte del abuelo. Cada año me regalaba
unas deliciosas trufas de chocolate edición especial que el mismo patentaba.
-de
parte de tu abuelo, no pudo venir hoy pero te manda muchos abrazos, ya sabes
cómo somos los viejitos, la edad nos pesa.
-gracias
abuelita, agradécele de mi parte al abuelo y dile que iremos en navidad ¿Verdad
mamá?
-si,
cómo todos los años. – respondió mi mamá preparándome un tazón con mi cereal
favorito de chocolate para mi desayuno
-Anita,
deberías pasar la navidad con nosotros por lo menos una vez, Dánica no se lleva
muy bien con sus primos y siempre se encierra en su cuarto cada vez que se
reúne la familia. –comentó mi abuela tratando de aparentar disimulo.
-no
es mi culpa, ellos son tan…tan.. raros conmigo –repliqué haciendo una mueca recordando
todas las reuniones familiares, tal parecía que mis padres y yo no éramos bien
vistos por el resto de mis parientes maternos. Y ni hablar de los paternos, a
ellos ni los conocía.
-sería
una gran honor Sra. Vicky, pero este año mis papas han planeado un viaje a
Nueva York y es obligatorio para mis hermanos y para mi, será el año que viene.
–se excusó Anna.
-está
bien niña linda y ya sabes, puedes decirme abuelita Vicky, no me viene mal
tener una nietecita más.
-mamá,
tu adoras que todos te digan abuelita, en el pueblo todos te dicen abuelita y
ni siquiera son de la familia. –se quejó mamá.
-pero
Anita y Danni son como hermanas, inseparables desde chiquitas. No veo cual es
el problema –señaló mientas nos pellizcaba las mejillas como solía hacerlo
cuando éramos más niñas.
Nos
dirigimos al comedor y mientras mi abuela se servía café yo ya estaba devorando
mi cereal.
-¿Gustas
algo para desayunar Annie? Sabes que puedes servirte lo que quieras –preguntó
Mamá.
-No,
muchas gracias señora Carmen, ya he desayunado algo en casa.
-¿ya
está de regreso el señor Juan? –le pregunté curiosa por saber cómo había
llegado a mi casa tan temprano. El señor Juan era el chofer de confianza de la
Familia Cannon Duarte, y solía llevarnos a la escuela todos los días pero hacía
2 días que se había resfriado y le habían dado unos días de descanso para que
se repusiera
-No,
pero ya está mejor, me ha traído mi hermano. –
-¿Christopher?
–preguntó mamá asustada. Chris era el hermano menor de Annie y solo tenía 13
años. Me reí al ver la cara de asombro de Mamá.
-No,
Alexis. Llegó de España ayer para las “vacaciones” –pronunció la última palabra
haciendo comillas con las manos –aunque todos sabemos que papá lo va a tener
encerrado en la oficina. Ya saben, negocios, negocios y más negocios.
-ya
debe ser todo un hombre, no lo veo desde que era un niño. –mamá suspiró quizá
recordando cuando Alex, Anna y yo jugábamos en el parque. Eran tiempos buenos y
fáciles, pero a medida que creces las cosas no son tan sencillas como parecían.
A veces extrañaba ser pequeña.
Al
terminar el desayuno nos preparamos para irnos a la escuela, Alexis se había
ofrecido a llevarnos así que muy temprano había dejado a Annie en mi casa y
había prometido pasar por nosotras unos minutos más tarde pues tenía unas cosas
que hacer. Estaba emocionada por verlo después de 12 años. De niños él solía
jugar con Annie y conmigo aunque en realidad su tarea era vigilarnos para que
no hiciéramos travesuras o no tuviéramos un accidente. Lo que más recordaba de
él era su cabello rubio y chino, alborotado, además de sus ojos azules que se
parecían a los de uno de los gatos de mi abuela Vicky. Era muy amigable y
aunque era 6 años mayor que nosotras, siempre se inventaba un juego para
entretenernos.
-Nos
vemos luego–se despedía mi amiga de mi madre y abuela.
-¡Niñas,
esperen! –gritó mamá de repente y después fue hacia nosotras corriendo –Toma
hija, no lo abras hasta después de la escuela
¿Otro
regalo?, se trataba de un pequeño sobre color púrpura con una pequeña
inscripción atrás.
-¿qué
es? ¿Por qué … -traté de preguntar pero no me dejó terminar.
-promete
que lo abrirás saliendo de la escuela
-ok
-Dánica
–me miró con ojos acusadores
-lo
prometo, lo abriré hasta el final de las clases.
Salí
de la casa justo detrás de mi amiga con la curiosidad haciéndome cosquillas por
dentro, ¿Qué había en el sobre? ¿Por qué abrirlo hasta el final de las clases?
-¿Qué
crees que sea? -le pregunté a mi amiga
mientras ponía a contra luz el sobre púrpura. Al reverso decía mi nombre y un
feliz cumpleaños escrito con la letra de papá.
-Hey
¡NO! –gritó y de un manotazo me lo tiró al suelo. La miré sorprendida sin decir
nada y ella recogió el sobre para guardarlo
en su mochila.
-Pero,
es mío
-me
importa una mierda, tu no abres el sobre hasta cuando yo lo diga ¿Vale?, ahora
sube al auto que llegaremos tarde
-pero
es temprano aún –protesté
-No,
ya es tarde. –contestó mi amiga buscando con la vista el auto de Alex.
-¡ANNA
KAREN! .- gritó una voz masculina a nuestra derecha. Ambas nos giramos al mismo
tiempo pero a diferencia de Annie que ya había comenzado a caminar hacia aquel
reluciente Porsche plateado, yo me había quedado como estatua boquiabierta y no
a consecuencia de ese lujoso auto, sino por el chico que estaba a lado de él.